AJEFISMO

Como Ajef he descubierto el valor de ser diferente y eso me hace apreciar el valor de serlo

EL Ajefismo no se reduce simplemente a una filosofía práctica de enseñanza que se practica en escuelas o sociedades discretas por las obligaciones, el comportamiento y la disciplina de sus miembros, sino que es, en su esencia más verdadera, la fraternidad que naturalmente se establece sobre la base de la comprensión y comunión ideal, enlazando de esta manera sus vínculos de solidaridad o mutuo sostén, en la afirmación y defensa constructiva de esos principios, por cuyo medio se asegura su progresivo florecimiento.

Por lo tanto, el Ajefismo puede simplemente definirse como sabiduría, fuerza y fraternidad constructora de todo progreso ideal en la sociedad y en la humanidad, esta trinidad operativa tradicional corresponde a como se divide y reparte el cumplimiento de esta obra: Amor fraternal, rectitud moral y conocimiento: esto es el ajefismo universal.

Como tal es una idea divina que nunca puede ser destruida, aunque algunas veces se haya creído poder corromper en su organización exterior la Asociación de Jóvenes que en un determinado país lleva ese nombre, pues nunca puede ser destruido y desarraigado el impulso ideal y progresista que se halla en el corazón de todo joven y que siempre acabara por levantarse nuevamente, primero como vigor, voluntad y finalmente el impulso actual de lograr y realizar el objeto de sus esfuerzos.

La natural solidaridad en que se expresa la comunicación íntima y secreta de todo ideal, será suficiente para reproducirlo hasta de sus cenizas, según lo indica en una de sus muchas acepciones el simbolismo del Ave Fénix.

Así pues, la misma destrucción exterior no pudiendo afectar en su esencia eterna el espíritu ajefista, se hará simplemente la oportunidad y el estímulo para su renovación y renacimiento. Justamente como sucede con la vida y la conciencia que animan las formas infinitas de la naturaleza, que pasan a animar nuevas formas más apropiadas, toda vez que las anteriores sean de cualquier manera destruidas.

Su vida elevada, siendo inmortal e indestructible, el ajefismo, tanto como filosofía, como institución, renace constantemente de su propia tumba, o sea de la condición de latencia externa que fomenta la concentración hacia delante(como sucede materialmente con la semilla) y por ende su renovación y regeneración. En cada renacimiento se presentará en una forma siempre más perfecta, de acuerdo con el espíritu de la eterna verdad que la anima y con la fuerza de la virtud reconstructora que se manifiesta.

Un ajefista es aquel joven que se encuentra entre los 14 y 21 años, discreto, con una amplia visión de la vida y una alta educación moral. Que no reconoce mayor superioridad en el hombre que la que da el estudio y el trabajo, respeta los pensamientos, concepciones y sentimientos tanto políticos como religiosos de los demás individuos que lo rodean. Además, entiende que no hay satisfacción más grande que de ser útil, aunque no se te recompense, que el aprendizaje debe ser gradual, las cosas no suceden al azar, por algo suceden y con esto cada quien es arquitecto de su propio destino.

Una de sus características primordiales ha de ser la de ser discreto y no gritarle al mundo “soy Ajefista”, por que en esencia no lo es.

Ajefista y Ajefismo existen, pues, en virtud de un mismo objeto y de una misma finalidad: el progreso individual del hombre y universal de la humanidad, que están íntimamente enlazados y son inseparables uno del otro, así como el progreso de una construcción estriba en el corte perfectamente ajustado y en la igualmente perfecta disposición de cada uno de los elementos materiales que, oportunamente cimentados en su armónico conjunto, contribuyen a levantarla, y aquí se enlazan esos dos ideales del humanismo y del universalismo, de la libertad y de la igualdad, que son por medio de cuya cooperación se hace posible la elevación de la obra.

Ninguno de los dos sería, sin embargo, perfecto, sin el tercer término o sea la fraternidad, que sólo puede cimentar sólidamente con la justicia inseparable del amor, el edificio social ideal que el Ajefismo se propone levantar en el mundo, y para cuyo objeto especialmente existe. La fraternidad ha de ser pues, la característica más esencial de la civilización venidera y la única esperanza que aún le queda a la humanidad para poder sobrevivir. Y si el ajefismo tan sólo existiera para afirmarlo, proclamarlo y hacerlo efectivo, con esto únicamente llenaría su función humana y justificará plenamente su utilidad y su necesidad.

Por eso en este momento tenemos abierto el texto de la historia para escribir otro capítulo que de seguro será digno de un ajefista, por tal motivo, hagamos votos porque la logia de la cual formamos parte sea siempre grandiosa y digna, prometiendo ser ajefistas que aporten ideas para su engrandecimiento, tomando en cuenta que nosotros somos el futuro y a la vez el presente de nuestra patria. Por eso trabajemos juntos nosotros los jóvenes.

Dejemos de riñas entre nosotros mismos.

Realmente luchemos contra los vicios, que esclavizan tanto al cuerpo como al espíritu. Tengamos conciencia que el conocimiento que estamos recibiendo representa una gran responsabilidad que debemos de admitir.

Hay que tener miedo a detenerse y no al caminar despacio.